Tormenta en Asunción.
Estimados amigos,
ayer por la noche, estaba tumbado en la cama, cuando de repente comencé a ver unos flashes tremendos que entraban por la ventana del balcón. Ilusionado con la posibilidad de haberme hecho famoso, y ansioso por recibir las fotos de miles de seguidores de no se qué oculta cualidad que debía de tener, di un salto de la cama. Sin embargo, cuando salí al balcón -con mis peores guisas, todo sea dicho de paso, a saber uno gayumbos y un solo calcetín puesto en un solo pie (una costumbre que tengo de pequeño), vi en lontananza un espectáculo de rayos y truenos que me dejó bastante fascinado. No pude hacer pues otra cosa que ser yo – y ya no mis fans, que a esa alturas ya había comprobado que no los había- quien se convirtiera en fotógrafo de tremendo espectáculo.
Estas son las fotos que saqué:
Mientras me encontraba fascinado por la belleza de la electricidad, no me percaté de que la tormenta de a poco se me iba echando encima. Y me di cuenta justo a tiempo de que el viento que arreció contra mi cámara y mi cara, no llegara a mojarme, por segundos. Efectivamente, al cerrar la ventana, una fuerza que jamás he experimentado anteriormente, quiso reventar el cristal desde fuera. Luego todo fue yendo a más, y en cuestión de minutos el viento se llevaba todo cuanto encontraba a su paso: árboles, techos de zync, postes de la luz, postes de teléfono, coches. Ante la magnitud del tema, le dije a Jorgy que me siguiera, y, acompañados por la perra, nos encerramos en un baño de la casa que no tiene ventanas al exterior. Mientras esperábamos se fue la luz. A oscuras, escuchamos un estruendo de cristales, e, inmediatamente después, muebles que se estampaban unos contra otros, y se frenaban impactando contra las paredes. La perra temblaba. Yo tenía una tremenda necesidad de salir a ver qué sucedía, Jorgy me pedía que esperásemos hasta que pasara la tormenta del todo. Pudo más su opinión que mi temeridad. No después de mucho tiempo, quizá unos quince o veinte minutos, salimos al salón. Mi sorpresa fue ver que todo estaba perfectamente, tal cual lo habíamos dejado. Tuvimos la suerte de que las ventanas nuestras son viejas y no cierran del todo, lo que provocó que parte del viento y el agua entraran con fuerza por las ranuras, aliviando a los paños de cristal de la presión que se les venía encima. Sin embargo, no corrieron la misma suerte las ventanas de nuestro vecino de arriba, que reventaron saltando literalmente por los aire sus cristales hechos añicos, cual metralla. Tal fue el revuelo que llegaron hasta nuestro balcón (en el piso de abajo, sorteando todo tipo de obstáculos que encontraron a su paso. Evidentemente, los ruidos de muebles y cristales procedían de esa casa.
Al acostarnos, no había llegado aún la luz. Luego, a las 5 de la mañana me sonó el movil. Mi compadre Javier, desesperado, me pidió que fuera de urgencias al hospital. Su hijo estaba a punto de nacer, el hospital no tenía ni medicamentos ni luz, las farmacias estaban cerradas y él no tenía dinero. Esta historia se las contaré más tranquilamente en otra ocasión. Pero ya les adelanto que Jorge (así se llama el pitufo) duerme hoy tranquilamente junto a su madre. Ambos están bien.
Si les comento que, en esta segunda historia, tuvimos que recorrer a 100km/h las calles de Asunción, en busca de farmacias que pudieran atendernos, a esas horas aún no había luz, pero luego, cuando el sol comenzó a despuntar este fue el panorama que vimos. (Por cierto, la plaza Uruguaya, con la que comienza este vídeo está a 50 metros de mi casa):
Además, revisando hoy algunas noticias sobre el temporal, he sabido que causó al menos un muerto, además de los destrozos que ya les he comentado.
Sin lugar a dudas, una de las mayores tormentas que ha azotado a Asunción en las últimas décadas. ¿hay alguien que aún dude del cambio climático?… sin comentarios.
Reciban mi abrazo y mi sonrisa.
Narwhal Tabarca.
INCREIBLES TUS FOTOS!!!!!
EN SERIO … MUY PERO MUY BUENAS !!!
🙂
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Gracias Alana, seguro que te habría encantado estar alli.
Un abrazo, una sonrisa,
Narwhal Tabarca.
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