sta señora no hacía más que hablarme en guaraní. Aún no se cómo terminé entendiéndola -quizá sus ojos hablaban más que sus palabras-. Desde sus 83 años, cuidaba a su esposo de 87 que no pudo acercarse a al punto de entrega. Junto a ella, tres mujeres sostenían sendos niños en sus brazos, y a sus pies, al menos tres niños más. Eran sus hijas y sus nietos. Una demostración de la envidiable unidad familiar de las familias campesinas de Paraguay.
sta señora no hacía más que hablarme en guaraní. Aún no se cómo terminé entendiéndola -quizá sus ojos hablaban más que sus palabras-. Desde sus 83 años, cuidaba a su esposo de 87 que no pudo acercarse a al punto de entrega. Junto a ella, tres mujeres sostenían sendos niños en sus brazos, y a sus pies, al menos tres niños más. Eran sus hijas y sus nietos. Una demostración de la envidiable unidad familiar de las familias campesinas de Paraguay.
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