Una reflexión acerca de Stevenson


 Estimados amigos,

hacía tiempo que no les comentaba algo sobre lo que me estoy leyendo. Es cierto. Sin embargo no quiere esto decir que no esté disfrutando de la literatura como siempre. De hecho estoy acabando un libro recomendado, como otros ya comentados y otros que esperan mi lectura, por Jorge Luis Borges. En este caso se trata de «Las nuevas noches árabes» y «El dinamitero», dos obras curiosamente interrelacionadas entre sí de las que ya les hablaré.

Quiero que esta reflexión vaya por otros lares. Leyendo este libro le he faltado el respeto a la admiración que me produjo Pulp Fiction de Quentin Tarantino. Efectivamente es una película novedosa para este tiempo, en la que se hace un derroche de manejo envidiable del espacio y del tiempo. Pero no nos dejemos llevar por la confusión. Stevenson, mucho antes, había comenzado ya a hacer algo de esto. Alberto Méndez, con su obra magistral (y la única publicada) «los girasoles ciegos» también juega con las técnicas de la narración, y lo hace, como ya lo dije en su momento, de manera envidiable. Sin embargo Stevenson, desde mucho antes, había gozado del placer de dejar al lector boquiabierto con su juego de personajes en diferentes espacios y tiempos. Una suerte de mezcla entre lo pretendido por Tarantarino y Méndez, quizá. No lo sé, solo me queda claro que, cuando se abre este libro, por cualquier página, da la sensación de que los personajes saltan sobre las hojas, de narración a narración, y en cada una de ellas tienen un hueco reservado en el que se sienten cómodos. Así, queridos míos, tal y como lo cuento, no puede parecer esto más que un juego de malabares en que las pelotas pasan de una mano a otra sin artificio alguno. Y lo es, pero no solo eso. Digamos que, en la línea del director de cine que menciono, Stevenson crea una historia atacándola (si se me permite) por diferentes prismas. De esta forma, mientras se lee se verifican una serie de saltos que, en un principio paracen no tener sentido, pero que luego, cuando se deja uno llevar a la voluntad del escritor, todo no solo cobra sentido, sino que deja con el sabor dulce de que no podría hacerse mejor.

Queridos amigos, no me quiero extender demasiado. Ya les hablaré más ampliamente de este libro desde que lo acabe. De momento reciban, como siempre, mi a abrazo y mi sonrisa.

Narwhal Tabarca.

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