La vida, la muerte, la vida.


La vida, la muerte, la vida, todo es lo mismo. Nos rompemos la cabeza contra la almohada, la luna del coche, la hipoteca, el fin de mes (dichoso fin de mes), y sin embargo es la vida. La vida, la muerte, la vida, hay tanta identidad entre un segundo y otro posterior, entre un minuto y otro, tanta identidad entre hoy y ayer, mañana y pasado, que, al final todo nos parece igual. La vorágine (palabra desgastada por el uso) de la vida diaria, la camisa negra de Juanes sonando en la radio, los pantalones remangados, dejando ver la intimidad de las Converse Star, nueva moda; Fernando Alonson contra Hamilton, la envidia, el egoísmo, Irak, Hamilton contra Fernando Alonso, el abushador americano sonriendo en televisión, Eta, los pulsos en el Parlamento, Josu Jon Imáz que se va de la política, la moda de nuevo, el precio de la gasolina, la letra del coche, otro cayuco que llega para alivio de los medios de prensa, algún suspiro, una caña de repente con una amigo en un bar «si no fuera por estos ratitos», Stevenson, un nuevo premio Pulitzer, El nobel, donde puse las llaves del coche, de nuevo la letra del coche, levantarse para sacar a la perra, hoy no he comido, llenarle el cacharro de pienso a la perra, llevar el carro del Mercadona al Mercadona, porque está en el pasillo y no me deja pasar, las envidias, revisar el correo, firmar algunos papeles, pensar, meditar en el mejor de los casos a veces, coger el teléfono, volver a coger el teléfono, conectar el movil para mañana, echarme un cigarrito y un café con los compañeros, subir las escaleras para que no quede nada pendiente, volver a bajar a buscar las llaves, volver a subir, pensar mal, pensar bien, pensar mal… La vida, la muerte, la vida. Meterse en un coche para asistir a un levantamiento de un cadaver, saludar a la Guardia Civil, saludar a la familia extranjera, traducir para echar una mano. Y el tiempo se para.

23 años, la novia llora mientras le besa las mejillas inertes, mi hermano a mis pies dejándose besar, fuera de la vorágine ya, la novia le habla al oído, un compañero de trabajo, un amigo, un familiar, mi abuela acaso le escucha con oídos vacíos, la familia aún no lo sabe, siento lástima, nada me importa más que llegar a casa y decirle a mi novia que la amo, que el mundo se hunde si es ella la que está a mis pies, la veo a ella a mis pies, se me comprime el alma, siento la necesidad de abrazarla, de abrazar a mi madre, a mi padre, a la Guardia Civil, a la Policía Nacional, abrazar a los árboles, al mar, siento la necesidad ferviente de amar, de dejar constancia de mi amor a la humanidad, veo a mis pies mi propio cuerpo, veo a mi novia recitando mis versos a mi oído muerto, oigo el silencio, me hago de silencio, la médico forense le quita la ropa con ayuda del policía judicial, él no sabía que se la quitarian ellos cuando se vistió, le veo sonreir, llorar, la noche anterior, los amigos, le veo en la calle paseando de la mano de su novia que ahora le besa la cara y podría ser yo besándote a tí, que me lees, la vida, la vida que se apaga, qué somos, me pregunto, ni tan siquiera un cuerpo abandonado en el suelo, vacío de nosotros, qué somos después de todo…

La vida, la muerte, la vida… qué más da Juanes, el nobel, el Pulitzer, la envidia, que más dá. No tengo hueco para nada, solo cabe en mí el silencio, el llanto mudo de una novia que se despide, el silencio, solo el silencio… psss….. pssss……….

Narwhal Tabarca.

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