Senegal VII


Durante este viaje no he visto un pueblo en que la miseria y la suciedad se manifiesten de manera más obvia que en Elenkin. He pasado por pequeñas agrupaciones de casas, tres o cuatro edificios bajos de terracota, adobe y paja en sus tejados, con callejuelas de arena, como todas, y en que sus habitantes más pequeños lloran en ocasiones cuando me han visto. Pero no daban la apariencia de sufrir una miseria como la que vi y, sobretodo, olí en Elenkin.

El principal negocio en Senegal es la pesca. He visto, también, en muchas playas, los cayucos llenos de pescados llegar en la tarde temprana, como dije cuando hablé de Cap-Skirrin. En ese momento, las mujeres aguardan en la playa a que los hombres suban los cayucos hasta la arena seca. Comprenderemos que no es tarea facil si sabemos que estas canoas pueden llegar a medir hasta treinta metros, lo que supone que su peso sea elevadísimo y más aún cuando vienen cargadas de pescado, garrafas de gasolina y generosos motores. Pues bien, para conseguir vencer los cerca de 100 metros que separan el agua de la arena seca usan cualquier tipo de útil cilíndrico que aguante el peso, sea un trozo de tronco de palmera o una bombona de gas, por ejemplo. Apostan varias alineadas en batería frente a la proa del cayuco, y luego lo van subiendo a este lecho de cilindros que facilita tremendamente la labor.

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Sin embargo, Elenkin tiene una playa minúscula, si la comparo con el resto de las que he visto. Al ser un puelbo ribereño, no hay marea, ni grandes olas, y los cayucos reposan prácticamente en la misma orilla. La playa es minúscula, como digo, pero la actividad en ella parece mucho mayor que la que puede haber en la mayor de las playas de Senegal. Allí conviven en perfecta armonía y dudosa salubridad: pescadores, pescados, niños, cayucos, tremendas cantidades de basura desperdigadas por la arena, cerdos que comen la carroña que la arena oculta, cabras y vacas, que defecan en la misma arena.

Cuando el pescado es traído, lo van lanzando sobre esta arena, en donde alguien, siguiendo una desconocida regla, lo separa y categoriza. Si uno se fija bien, ve que predomina un cierto orden: en un montón agrupan a los cazones, a los que les cortan las aletas para enviarlas a China; en otro, las mantas, los chuchos, los ratones, las tembladeras y las rayas; en otro, los caracoles, tan grandes como pelotas de futbol sala, y en otro, por último, el pescado pequeño, como el Capitán.

El marisco lo dejan dentro del cayuco, de donde lo recogen vivo y cuidadosamente, después de la separación.

Digo que la predominancia determina este orden, sin embargo, he visto rayas con los escualos, caracoles con los peces pequeños, y tremendas cantidades de peces sueltos, desperdigados a lo largo y ancho de las playas, desechados por cuestiones que no alcancé a descubrir.

Todo esto sucedía en Elenkin cuando llegamos. A primera vista se me hizo dificil entender cómo era posible que ese lugar fuera el principal punto de partida de la inmigración ilegal, porque, habiendo como hay, playas que dan directamente al oceano, cuya partida puede ser más fácil y el trayecto más corto, aquel pequeño pueblo era famoso por las salidas de clandestinos. Es decir, prefieren salir desde un río lleno de recovecos e islas , donde la lógica determina que los controles pueden ser más efectivos. Pero no es así, y luego lo entendí. Dentro del río hay islas en las que se ocultan cientos de futuros inmigrantes esperando el día de la partida. Si el cayuco no está completo, aguardan hasta diez y doce días. El mafioso que les vende el pasaje se compromete a alimentarlos una vez al día durante este periodo, al que todos llaman: preparación.

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Pero no solo es por esto que Elenkin es uno de los sitios más importantes de la partida, sino, y principalmente, porque ahí está la fábrica más conocida de cayucos de la región de Casamancé. Y cuando digo fábrica no pretendo que salte a la memoria esos grandes astilleros a los que el sistema occidental nos tiene acostumbrados. Todo lo contrario. La fábrica de cayucos tiene una extensión de unos cien metros cuadrados, como máximo. Consta de una una explanada con varios cayucos a medio terminar, en el corazón del pueblo, junto al río y con una playa de apenas diez metros de largo.

Estaban construyendo, cuando llegamos, un cayuco enorme, de unos treinta metros, que fotografié con un niño asomando desde sus tripas. Cons nos repitió en varias ocasiones que ese cayuco había sido encargado por la mafia para transportar inmigrantes. También fue Cons quien hizo posible que el dueño de la fábrica nos otorgara una entrevista.

1 Comments on “Senegal VII”

  1. Buenos días,

    le escribo desde la redacció de Foc Nou, una revista social y religiosa. Quiseramos utilizar la primera foto de esta entrada para nuestra portada. Podríamos hacerlo si indicamos de dónde viene y a quién pertenece?. Gracias, espero su respuesta,

    Lucia

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