Senegal III (principio del resumen del viaje a Casamancé)


 

Hace ya unos días que no escribo en estas páginas. Y es que es complicado hacerlo a la luz de una vela, sin mesa siquiera.

Desde que hemos llegado a la región de Casamancé, todo ha cambiado bastante. Había escrito que no sabía que era lo que nos esperaba en el aeropuerto, y ahora lo sé: un hombre agradabilísimo, amante del amor, de la paz y del respeto: un rasta, DJ Brother Cons.

Desde el aeropuerto, primero fuimos a Kafuntine, un pequeño pueblo costero cercano a Gambia, que descansa en la desembocadura de un río precioso. Allí, nos quedamos esa noche en casa de Aziz, junto al río.

Aziz es un hombre callado. Un chico más que un hombre, o un hombre más que un chico; aún no lo tengo claro. Pero es callado, observador y tremendamente prudente. Nos acogió en su casa cuando aún no habíamos templado nuestros cuerpos a tanta novedad.

La región de Casamancé (casa du Mansé o la casa del rey, en criollo) es eminentemente selvática. Grandes extensiones verdes plagadas de palmeras, monos, baobas y otros animales y plantas que no conozco, acompañan las carreteras alfaltadas (las menos) y los caminos de tierra, que son la mayoría.

En Kafuntine dormimos la primera noche. Y efectvamente, era la primera noche que dormía bien desde que llegué, y lo hice en un cuarto sin luz eléctrica y con dos personas de aquí (Cons y Aziz).

Fue una sensación peculiar. Acostumbrado como estoy, a atender a esta gente cuando a lomos de un cayuco se convierte en estadísitica de la inmigración ilegal, esa noche me sentí uno de ellos y recapacité acerca de sus vidas y sus costumbres antes de quedarme dormido.

A la mañana siguiente partimos hacia Bignona. No sin antes haber aprovechado la ocasión para gozar de este lado del Atlántico y grabar algunas entrevistas a chicos que quieren partir en cayuco.

 

A estos los conocimos en una obra. Y allí les entrevistamos, en una casa a medio construir, que no habitará ninguno de ellos, trabajando por un precio que no les dará la posibilidad nunca de comprarse cualquier otra.

Cada obrero cobra 1000 francos Ceifa al día, es decir, 1,5€. Como referencia diré que un pan cuesta aquí 100 francos Ceifa.

Como dije antes, después de todo ello partimos a Bignona.

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