Un cayuco con 87 inmigrantes en Gran Canaria, esta noche.
Estimados amigos,
acabo de llegar del puerto de Arguineguín. En esta ocasión recibí el mensaje del CCA a la 1:34 de la madrugada. La información era bien escasa y exigía premura: «llegada en pocos minutos de un cayuco a muelle de Arguineguin. Personal disponible dirijanse directamente al muelle urgentemente«. Me puse el uniforme y salí corriendo para allá.
Cuando llegué, el muelle estaba completamente invadido por la calma de la noche. Solo una patrulla de la Guardia Civil me indicaba que no me había confundido. Al poco tiempo Ramón, un compañero de la Cruz Roja llegó. Esperábamos un cayuco en cuestión de cinco minutos y fue puntual.
Cuando llegó ví con estupor su tamaño y la cantidad de personas que traía. Con ojo de mal cubero informé a la central de que eran 50. Resultaron ser 90, entre ellos una niña preciosa de apenas un año en los brazos salvadores de su madre. Tres encontraron antes el final de su vida que el final del trayecto a la esperanza. No puedo ni quiero entrar en detalles a este respecto.
Pronto llegaron los vehículos de la Cruz Roja. La coordinación fue impresionante y la entrega de todos los compañeros maravillosa. En cuestion de minutos ya el dispositivo estaba prácticamente montado. El hospitalito preparado, la carpa donde se cambian también. En cuestión de minutos todos tenían un te caliente en las manos. En cuestión de minutos empezaron a sentir que su fatídico viaje había terminado.
La Guardia Civil ha vuelto a darle sentido a la nobleza del cuerpo. Hemos trabajado hombro con hombro, en ese momento poco importaban los uniformes. Eramos hombres y mujeres ayudando a otros hombres y mujeres. Eramos una parte de la humanidad ayudando a otra parte de la humanidad. Aquí la política no tiene ningún asiento reservado.
Queridos amigos, en esta ocasión las manos me pesan y los acontecimientos me nublan la mente. No puedo expresarles todo cuanto he visto y sentido esta noche. Pero si de algo vale para que se hagan una idea, desde que monté en la moto hasta que llegué a casa, y luego un rato más, he estado purgando con lágrimas tantas sensaciones.
Una niña de un año con el dedo en la boca desde los brazos de un policía nacional, me míró a los ojos atenta mientras le lanzaba un beso. Un guineano de mi misma edad se ha reído conmigo cuando supimos la coincidencia. Otro entrado en edad me dió las gracias sinceras mientras me agarraba la mano. Otros, ni siquiera pudieron reconocer quien les tapaba con las mantas.
Desde que entré en la Cruz Roja hace ya 12 años, me enseñaron que nuestra labor era aliviar el dolor de quienes estaban en una situación de indefensión. Y eso es, precisamente lo que hemos intentado hacer esta noche.
Amigos míos, está bien que les hable de libros, que les cuente la historia de los escritores, pero ya lo dijo Thoreau: «en vano nos sentamos a escribir si no nos hemos levantado para vivir«. La vida está ahí fuera, justo donde acaba nuestra propia piel.
Reciban mi abrazo.
Narwhal Tabarca.
Cuando vi la noticia en el telediario, me pregunté si habrías estado allí esta noche. Haces una labor impresionante. No puedo decir nada ante la crudeza de los hechos; sólo darte las gracias por recordarnos que detrás de las cifras están las miradas de los (muy a su pesar) protagonistas. Algo va mal cuando nos tenemos que enfrentar a estas noticias con tanta frecuencia. Algo va muy mal.
La literatura es vida; pero la vida no es literatura.
Todos los besos
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Algo va muy mal, Aida, tienes razón. Cada vez me doy más cuenta de que todo este sistema conduce a que no nos demos cuenta más que de lo que tenemos ante las narices. Como he puesto en el post de Leopoldo Lugones hace un rato, la herejía es algo extraño incluso hoy en día. Herejía, digo, como disconformidad con lo establecido. Se nos adormece con el bombardeo de noticias. Así, el dibujo de El Roto que has publicado en tu web, tiene toda la razón del mundo: «la normalidad consiste en que veamos todo normal». Normal que ya lleguen cayucos casi a diario, normal que algunos mueran, normal que haya algún niño inclusive, normal que se pase hambre, normal que otro valiente haya asesinado a la mujer que amó; normal, incluso, que hayamos herejes que digamos que nada de todo eso debería ser normal y, sin embargo, seguimos dentro de la misma normalidad.
Todos los abrazos, los besos, los tequieros.
Narwhal Tabarca.
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La mirada del cercano, la tuya en este caso, ayuda a romper ese velo con el que los medios cubren la realidad: crean la realidad que interesa.
Hay una cosa que dices con respecto a la que soy «disconforme». Son los políticos los que no tienen asiento reservado (el corazón puede ser tierno o duro en cualquier lado), porque la política sí lo tiene y de primea categoría: el de creadora del sistema que lanza los cayucos, porque está hecho para la codicia de muy pocos.
Todas estas muertes son asesinatos del sistema. Y todo ese dolor de los que sobreviven, de los que se separan, de los que abandonan y son abandonados. Luego vienen los defensores del mejor de los mundos con sus trajes, guardaespaldas y sonrisas.
Abrazo
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