Discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz de 2006. Muhammad Yunus.


Queridos amigos,

una vez he terminado la saga sobre Alejandro Magno, ha llegado a mis manos (gracias Marta) el libro «El banquero de los pobres» de Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz de 2006. Les transcribo a continuación el discurso de aceptación del Nobel que pronunció en su día. Es un magnífico resumen de la encomiable labor que ha llevado a cabo durante treinta años. Alguien dijo que no nadie puede cambiar el mundo, y habló de utopías. Muhammad Yunus ha cruzado esa frontera. Es sus enseñanzas puede estar la solución a la guerra y el hambre. Aferrándose a las teorías capitalistas, ha conseguido unir los extremos. El capitalismo social, de mano de los microcréditos. Sin duda estudiaré a fondo su labor. 

(Gracias Jorgi, esposita, por haberme dictado todas estas hojas).

 

DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO NOBEL DE LA PAZ DE 2006

Muhammad Yunus


Majestades, Altezas Reales, honorables miembros el Comité Noruego del Nobel, excelencias, damas y caballeros, el Banco Grameen y yo nos sentimos profundamente honrado de recibir el más prestigioso de los premios. Estamos encantados y abrumados por semejante honor. Desde que el Premio Nobel de la Paz fuera anunciado, me han llegado infinidad de mensajes de todo el mundo, pero lo que más me ha emocionado han sido las llmadas que recibo casi a diario de prestatarias (y prestatarios) del Banco Grameen que viven en remotas aldeas bengalíes y que simplemente quieren transmitirme lo orgullosas que se sienten de haber sido objeto de tal reconocimiento.

Nueve representantes electas de los 7 millones de prestatarias-propietarias del Banco Grameen me han acompañado aquí, hasta Oslo, para recoger el premio. Quiero expresar, en su nombre, su gratitud al Comité Noruego del Nobel por elegir el Banco Grameen para el Premio Nobel de la Paz de este año. Haciendo entrega a su institución de este galardón, el más prestigioso del mundo, les conceden a ellas un honor incomparable. Gracias a su premio, esas nueve mujeres, provenientes de diversos pueblos de Bangladesh, tienen el honor de estar presentes hoy en esta ceremonia en calidad de personalidades galardonadas con el nobel, lo que da un significado completamente nuevo al Premio Nobel de la Paz.

Todas las prestatarias (y prestatarios) del Banco Grameen están celebrando esta jornada como la más grande de sus vidas. En este mismo momento, están congregadas en torno al aparato de televisión más cercano en pueblos y aldeas de todo Bangladesh, junto a otros vecinos y vecinas, para ver la marcha de esta ceremonia.

El premio de este año confiere el mayor honor y la mayor dignidad a los cientos de millones de mujeres de todo el mundo que luchan a diario por ganarse el pan y llevarse consigo a sus casas la esperanza de una vida mejor ara su hijos e hijas. Este es, pues, un momento histórico para ellas.

LA POBREZA ES UNA AMENAZA PARA LA PAZ.

Damas y caballeros, al concedernos este premio, el Comité Noruego del Nobel ha dado un importante espaldarazo a la constatación de una inextricable conexión entre paz y pobreza: la pobreza es una amenaza para la paz.

La distribución mundial de la renta nos ofrece un panorama muy revelador en ese sentido. El 94% de la renta mundial está en manos del 40% de la población, mientras que un 60% de los habitantes del mundo tienen que sobrevivir con sólo un 6% de la renta total. La mitad de la población mundial vive con unos ingresos medios de dos o menos dólares al día. Y más de mil millones de personas viven con menos de un dólar diario. Ésa no es fórmula para la paz.

El nuevo milenio dio comienzo con un gran sueño global. Los dirigentes mundiales se reunieron en Naciones Unidas en el año 2000 y adoptaron, entre otros, el objetivo histórico de reducir la pobreza a la mitad para el año 2015. Nunca antes en la historia humana se había fijado el mundo entero, a una sola voz, una meta tan audaz y con un plazo y una magnitud específicamente definidos. Pero entonces llegaron el 11-S y la guerra de Irak, y, de la noche a la mañana, ese mismo mundo descarriló de la vía que conducía a aquel sueño; el foco de la atención de sus dirigentes dejó de ser la guerra contra la pobreza y pasó a ser la guerra contra el terrorismo. Hasta el momento. Hasta el momento, sólo Estados Unidos ha gastado ya más de 530.000 millones de dólares en la guerra que se libra en Irak.

Yo estoy convencido de que no se puede vencer al terrorismo por medio de la acción militar. El terrorismo merece la más enérgica y contundente de las repulsas. Debemos mantenernos firmes contra él y buscar todos los medios necesarios para acabar con él. Pero debemos abordar sus causas elementales si queremos ponerle fin para siempre. Y, en mi opinión, dedicar recursos a mejorar la vida de las personas pobres es mejor estrategia que gastarlos en armas de fuego.

LA POBREZA SUPONE LA NEGACIÓN DE TODO DERECHO HUMANO

La paz debería entenderse desde una perspectiva humana, es decir, desde un enfoque social, político y económico de gran amplitud. La paz se ve amenazada cuando se enfrenta a un orden económico, social y político injusto, a la ausencia de democracia, a la degradación medioambiental y al desamparo de los derechos humanos.

La pobreza supone, de hecho, la ausencia de derechos humanos. Las frustraciones, la hostilidad y la ira que genera la pobreza más absoluta no pueden ser sostén de la paz en ninguna sociedad. Para construir una paz estable, debemos hallar modos de ofrecer oportunidades a las personas para que éstas vivan unas vidas dignas.

Ese objetivo – la creación de oportunidades para las personas pobres, que constituyen la mayoría de la población – es el motivo central al que nos hemos dedicado durante los últimos treinta años.


EL BANCO GRAMEEN

Yo me impliqué en el problema de la pobreza no como político ni como investigador, sino porque era algo que estaba a mi alrededor, por todas partes, y de lo que no podía apartar la vista sin más. En 1974, me di cuenta de lo difícil que resultaba enseñar elegantes teorías económicas en las aulas universitarias en el contexto de la terrible hambruna que estaba padeciendo Bangladesh en aquel momento. De pronto, sentí la vacuidad de aquellas teorías ante semejante situación de hambre y pobreza. Quería hacer algo inmediato para ayudar a la gente que me rodeaba -aunque fuera sólo a una persona- a superar un día más con un poco menos de dificultad. Eso me encaró directamente con la tremenda odisea que tienen que parsar las personas pobres para hallar hasta las más nimias cantidades de dinero con el que ganarse la vida. Me asombré de ver cómo una mujer del pueblo tomaba prestado menos de un dólar del prestamista local a condición de que éste se quedase con el derecho en exclusiva a comprar todo lo que ella produjera al precio que él decidiera. Aquello, para mí, no era más que un modo de reclutamiento de mano de obra esclava.

Así decidí elaborar una lista de las víctimas de aquel «negocio» de préstamos de dinero en el pueblo limítrofe con el campus de nuestra universidad. Cuando la concluí, aparecías en ella los nombres de 42 víctimas que habían contraído p´restamos por un volumen total de 27 dólares estadounidenses. Yo mismo ofrecí esos 27 dólares de mi bolsillo para sacar a aquellas personas de las garras de los prestamistas. El entusiasmo que aquella pequeña acción generó entre la población de la localidad hizo que me implicara más a fondo en el tema. Si podía hacer feliz a tanta gente con tan poco dinero, ¿por qué no hacer aún más?

Eso es lo que he tratado de conseguir desde entonces. Lo primero que hice fue intentar persuadir a la única entidad bancaria que tenía sucursal en nuestro campus de que  prestara dinero a las personas pobres. Pero aquello no funcionó. el banco dijo que los pobres no eran solventes. Después de muchos intentos fallidos durante meses, me ofrecí a convertirme en avalista de los préstamos que la entidad realizara a prestatarios y prestatarias pobres. El resultado me dejó asombrado. Las personas pobres pagaban y resarcían sus préstamos puntualmente… ¡y en todos los casos! Pero aún seguía encontrando dificultades para expandir el programa a través de los bancos existentes. Fue entonces cuando decidí crear un banco separado para las personas pobres y, en 1983, la idea se hizo finalmente realidad. Lo llamé Banco Grameen (es decir, Banco «rural» o «de los pueblos»).

En la actualidad, el Banco Grameen concede préstamos a casi 7 millones de personas pobres – de las que el 97% son mujeres- de 73.000 localidades rurales de Bangladesh. Concretamente, otorga préstamos sin necesidad de aval a familias pobres para que éstas los destinen a la generación de ingresos o renta, a sus necesidades de vivienda, a la educación o a la constitución de microempresas, y ofrece, además, una gran variedad de productos de ahorro, fondos de pensiones y seguros para sus miembros. Desde su introducción en 1984, los préstamos para vivienda han sido empleados para la construcción de 640.000 casas. La propiedad legal de esas viviendas corresponde a las propias mujeres prestatarias. Nos centramos en las mujeres porque nos dimos cuenta de que los préstamos que se daban a éstas siempre redundaban en mayores beneficios para las familias en su conjunto.

El banco ha concedido préstamo por un importe acumulado de unos 6.000 millones de dólaros estadounidenses. La tasa de reembolso es del 99%. El Banco Grameen les animó a ello y, en poco tiempo, todos sus hijos e hijas estaban escolarizados. Muchos de ellos y ellas han conseguido estar entre los primeros de su clase. Quisimos celebrar este hecho y, por ello, introdujimos un programa de becas para estudiantes con talento. El Banco Grameen concede actualmente 30.000 becas cada año.

Muchos de esos hijos e hijas han seguido estudios superiores y se han convertido en médicos, ingenieros, profesores universitarios, o han elegido otras profesiones. Introdujimos préstamos para el estudio y facilitar así que estudiantes de familias de Grameen pudieran cursar y finalizar sus carreras universitarias. Ahora, algunos de ellos y de ellas incluso tienen doctorados. Hay unos 13.000 estudiantes con préstamos de este tipo. Más de 7.000 se añaden a esa lista cada año.

Estamos creando una generación completamente nueva que estará muy bien preparada de alejar a sus familias de la lacra de la pobreza, cuya continuidad histórica pretendemos así romper de una vez por todas.


LOS MENDIGOS PUEDEN DEDICARSE A LOS NEGOCIOS

En Bangladesh, los microcréditos han llegado a un 80% de las familias pobres. Esperamos que, para el año 2010, hayan alcanzado ya al 100% de esas familias.

Tres años atrás, iniciamos un programa centrado exclusivamente en la situación de las personas que practicaban la mendicidad. A esta no se le aplicaban ninguna de las normas del Banco Grameen. Los préstamos que se les conceden están exentos de interés y pueden pagar la cantidad que deseen cuando lo deseen. Les animamos a que llevaran consigo pequeños productos para su venta, como refrigerios, juguetes o artículos de hogar, cuando fueran mendigando de casa en casa. La idea funcionó. Ahora hay unas 85.000 mendigas y mendigos en el programa. Unas 5.000 ya han abandonado definitivamente la mendicidad. El importe del préstamo típico para cada una de esas personas es de unos 12 dólares.

Alentamos y respaldamos toda intervención concebible para ayudar a que las personas pobres salgan de la pobreza. Y si siempre abogamos por incluir los micro-créditos junto a otras formas de intervención, es porque consideramos que ayudan a que estas otras intervenciones funcionen mejor.


TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN PARA LAS PERSONAS POBRES

Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) está cambiando rápidamente el mundo y están creando un entorno global de comunicaciones instantaneas sin distancias ni fronteras. Y su coste es cada vez menor. Por eso, me pareció que, si conseguimos ponerlas al servicio de la satisfacción de las necesidades de la población pobre, proporcionarían una oportunidad para que esas personas cambiaran sus vidas.

Como primera medida para llevar las TIC hasta esa población más pobre, creamos una empresa de telefonía movil: Grameen phone. Concedimos préstamos del Banco Grameen a mujeres pobres para adquirieran teléfonos móviles con los que vender a su vez, servicios telefónicos en los pueblos y aldeas. Pronto apreciamos la existencia de sinergias entre los microcréditos y las TIC.

El negocio telefónico fue todo un éxito y se convirtió en una empresa codiciada para muchas prestatarias de Grameen. Las «mujeres del teléfono» aprendieron con rapidez el funcionamiento de los servicios telefónicos e incluso introdujeron innovaciones propias. De hecho, se ha convertido en su forma más rápida de salir de la pobreza y de adquirir respetabilidad social. En la actualidad, hay casi 300.000 «mujeres del teléfono» proporcionando servicios telefónicos en todas las localidades rurales de Bangladesh. GrameenPhone cuenta con más de 10 millones de abonados y abonadas y es la mayo empresa de telefonía móvil del país. Aunque el número de «mujeres del teléfono» constituye apenas un pequeñísimo porcentaje de la cantidad total de abonados y abonadas, esas mujeres generan el 19% de los ingresos de la compañía. De las 9 componentes del consejo de administración que asisten hoy a esta solemne ceremonia, 4 son «mujeres del teléfono».

GrameenPhone es una Joint Venture cooparticipada por la noruega Telenor y la Bengalí Grameen Telecom. Telenor es propietaria del 62% de las acciones de la empresa, mientras que Grameen Telecom posee el 38% restante. Nuestro proyecto de futuro pasa, en última instancia, por convertir a esta compañía en una empresa social, cediendo una cuota mayoritaria de su propiedad a las mujeres pobres del Banco Grameen. Estamos trabajando para lograr ese objetivo. Algún día, GrameenPhone se convertirá en un nuevo ejemplo de gran empresa cuya propiedad está en manos de personas pobres.


ECONOMÍA DE LIBRE MERCADO

El capitalismo se centra en el libre mercado. Se afirma que cuanto más libre sea este, mejores serán los resultados del capitalismo a la hora de resolver las preguntas sobre el qué, el cómo, y el para quién. También se afirma que la búsqueda individual de beneficios personales es la que propicia un resultado colectivo óptimo. 

Yo estoy a favor de reformar la libertad del mercado. Al mismo tiempo, me incomodan profundamente las restricciones conceptuales que se han impuesto sobre los agentes de ese mercado. Dichas limitaciones tienen su origen en la suposición de que los emprendedores son seres humanos unidimensionales que viven su vida como empresarios dedicados en cuerpo y alma a una única misión: maximizar beneficios. Esta interpretación del capitalismo aísla a estos emprendedores o empresarios del resto de dimensiones (políticas, emocionales, sociales, espirituales, o medioambientales) de sus vidas. Puede que esta simplificación resulte razonable a efectos teóricos, pero llevada a la práctica despoja a muchas personas de los elementos más esenciales de la vida humana.

Los seres humanos son unas criaturas maravillosas en las que se encarnan cualidades y capacidades humanas ilimitadas. Nuestros constructos teóricos deberían dar cabida al florecimiento de dichas cualidades y no asumir que no están presentes.

Muchos de los problemas del mundo se deben a la mencionada restricción con la que se conciben los agentes del libre mercado. El mundo no ha resuelto el problema de la agobiante pobreza que sufre la mitad de su población. La sanidad sigue siendo un lujo que está fuera del alcance de la mayoría de la población mundial. De hecho, en el país con el mercado más libre y más rico de todos, una quinta parte de los habitantes no están cubiertos por un seguro de atención sanitaria.

Estamos tan impresionados por el éxito del mercado libre que nunca nos hemos atrevido a expresar duda alguna acerca de nuestros supuestos básicos. Peor aún: hemos realizado un esfuerzo adicional para transformarnos en una imagen lo más aproximada posible a la de los seres humanos unidimensionales concebidos por la teoría, para facilitar así el funcionamiento de los mecanismos del libre mercado.

Ahora bien, definiendo «emprendedor» o «empresario» en un sentido más amplio, podemos cambiar radicalmente el carácter mismo del capitalismo y resolver dentro del ámbito del libre mercado muchos de los problemas sociales y económicos aún irresueltos. Supongamos que un emprendedor (o una emprendedora) tenga no una única fuente de motivación (maximizar beneficios), sino dos que se excluyan mutuamente, pero que sean igualmente imperiosas: a) maximizar beneficios y b) hacer el bien para las personas y para el mundo en general.

Cada una de esas dos motivaciones redundará en un tipo diferenciado de negocio o empresa. Llamemos a la primera una empresa maximizadora de beneficios y a la segunda, una empresa social.

Las empresas sociales constituirán entonces una nueva modalidad de empresa introducida en el mercado con el objetivo de tener una incidencia diferencial en el mundo. Quienes inviertan en esas empresas sociales podrán recuperar sus inversiones, pero no percibirán dividendo algunos de dichas compañías. Los beneficios recaerán de nuevo en la empresa para que esta amplíe su radio de alcance y mejore la calidad de su producto o servicio. Las empresas sociales serán, pues, compañías sin pérdidas ni dividendos a repartir.

En cuanto estas empresas sociales sean reconocidas por ley, muchas de las compañías ya existentes darán el paso para crear empresas de este tipo o estas se añadirán a las actividades que actualmente desarrollan a través de fundaciones. Esa misma opción resultará también atrayente para muchos activistas del sector de las organizaciones sin ánimo de lucro. A diferencia de las actividades de este sector, que precisan de donaciones para seguir funcionando, las empresas sociales serán autosostenidas y generarán el excedente necesario para su propia expansión gracias a su carácter no deficitario. Las empresas sociales acudirán a un mercado de capitales específico para recaudar el capital inversor del que requieran.

Jóvenes de todo el mundo (y, especialmente, procedentes de los países ricos) se sentirán particularmente atraídos por este concepto de empresa social ya que les permitirá afrontar el reto de cambiar las cosas usando su propio talento creativo. Muchos jóvenes se sienten actualmente frustrados porque no encuentran retos que valgan la pena, que los entusiasmen, en el presente mundo capitalista. El socialismo les proporcionó un sueño por el que luchar. Los jóvenes, en general, sueñan con crear por sí mismos un mundo perfecto. 

Casi todos los problemas sociales y económicos del mundo podrán ser abordados desde las empresas sociales. El reto consiste en innovar en materia de modelos de negocio y aplicar esas innovaciones a la producción de resultados sociales deseados de manera eficaz y eficiente en cuanto a costes. Atención sanitaria para la población pobre, servicios financieros para la población pobre, tecnología de la información para la población pobre, educación y formación para la población pobre, marketing para la población pobre, energías renovables… todas estas son areas apasionantes para las empresas sociales.

Las empresas sociales son importantes porque abordan cuestiones de interés vital para la humanidad. Pueden cambiar las vidas de ese 60% de la población mundial que vive en una situación de suma pobreza, y ayudar a que salga de esa situación. 

Las compañías maximizadoras de beneficio pueden ser también configuradas como empresas sociales si se entrega la totalidad o la mayoría de su propiedad a las personas pobres. Este es, de hecho, un segundo tipo de empresa social. El Banco Grameen pertenece a esa categoría de empresa social.

Las personas pobres podrían obtener las acciones de esas compañías en forma de donaciones o podrían adquirirlas con su propio dinero. Pues bien, las prestatarias y los prestatarios compran con su propio dinero acciones del Banco Grameen que, una vez adquiridas, no pueden transferir a otras personas que no sean prestatarias del Banco. Un equipo de profesionales específicamente dedicado a ello, lleva a cabo la gestión cotidiana de la entidad. 

Este tipo de empresa social podría ser fácilmente creada por donantes bilaterales y multilaterales. Cuando un donante realiza una donación o una subvención para construir un puente en el país receptor, podría crear una especie de «puente-empresa» propiedad de personas pobres de la región o zona donde se construya esa infraestructura. Una compañía específica podría encargarse de la gestión de esa «infraestructura-empresa». Los beneficios generados por esta última irían destinados a la población pobre local en forma de dividendos y a la construcción de más puentes. Muchas obras de infraestructuras, como carreteras, autopistas, aeropuertos, puertos, redes de suministro, etc, podrían construirse de ese modo.

Grameen ha creado dos empresas sociales del primer tipo. Una es una planta de producción de yogures enriquecidos para mejorar la nutrición de niñas y niños mal nutridos. Se trata de una Joint Venture con Danone que continuará expandiéndose hasta su producto esté al alcance de todos los niños y niñas de Bangladesh. La otra es una cadena de hospitales oftalmológicos. Cada uno de estos centros sanitarios realizará 10.000 intervenciones de cataratas al año a precios diferenciados para los pacientes ricos y para los pacientes pobres.


MERCADO BURSATIL SOCIAL

Para conectar a los inversores con las empresas sociales, necesitamos crear una bolsa social donde solamente se compren y se vendan acciones de empresas sociales. De ese modo, un inversos cualquiera acudirá a ese mercado bursatil con la intención perfectamente definida de encontrar en él una empresa social que tenga un objetivo o programa que le interese. Si ese mismo inversor quiere ganar dinero, podrá ir igualmente a los mercados bursátiles actualmente existentes.

Para que una bolsa social funcione adecuadamente, tendremos que crear y estandarizar unas agencias de calificación, una terminología, unas definiciones, unas herramientas de medición de impacto, unos formatos de información y transmisión de datos, y unas publicaciones financieras de nuevo cuño (algo así como un The Social Wall Street Journal», por ejemplo).

Las escuelas de administración de empresas impartirán asignaturas y ofrecerán titulaciones sobre gestión de empresas sociales en las que se formarán a jóvenes gestores y gestoras sobre cómo administrar empresas de este tipo de la forma más eficiente y, sobretodo, en la que se les inspirará para que ellos mismos (y ellas mismas) se conviertan en emprendedores sociales.

Yo estoy a favor de la globalización y creo que puede suponer más ventajas para la población pobre que otros caminos alternativos. Pero solo será así si se trata de la globalización correcta. Para mí, la globalización es como una autopista de 100 carriles que atraviesa el mundo. Si la concebimos como una vía de libre acceso para todos, quienes ocuparán sus carriles serán los gigantescos camiones de las economías más potentes. Los «rickshas» bengalíes serán expulsados de la calzada. Para que la globalización sea beneficiosa para todas las partes, debemos tener normas, policía y autoridades que regulen el tráfico que transite por semejante autopista mundial. La «ley del más fuerte» debe ser sustituida por normas que garanticen  que las personas más pobres también tienen voz y parte en la acción, sin que ningún «fortachón» las eche de ella a codazos. La globalización no debe convertirse en un imperialismo financiero. 

Para que la población y los países pobres retengan en su poder los beneficios de esa globalización pueden crearse poderosas empresas sociales multinacionales. Las empresas sociales propiciarán que las personas pobres sean propietarias o que las ganancias se queden en los paises pobres, dado que entre sus objetivos no estará el de repartir dividendos. La invasión extranjera directa a cargo de empresas sociales de otros países será también un aspecto muy favorable para los países receptores.

Construir unas economías fuertes en los países pobres mediante la protección de sus intereses nacionales frente a la acción de saqueo de determinadas empresas extranjeras, será uno de los principales ámbitos de actuación de esas empresas sociales.


CREAMOS LO QUE QUEREMOS CREAR

Conseguimos aquello que queremos o, cuando menos, que no rechazamos. Precisamente, porque aceptamos como un hecho que siempre estaremos rodeados de personas pobres y que la pobreza forma parte del destino humano, no dejamos de tener personas pobres a nuestro alrededor. Si estuviéramos firmemente convencidos de que la pobreza es inaceptable y no debería tener cabida en una sociedad civilizada, ya habríamos construido instituciones y políticas apropiadas para crear un mundo sin pobrezas.

Quisimos ir a la luna y fuimos. Así es: logramos aquello que queremos lograr. Si no conseguimos algo, es porque no nos lo hemos propuesto de verdad. Creamos aquello que queremos crear.

Lo que queremos y el cómo conseguirlo depende de nuestro modo de pensar. Cuesta mucho cambiar una mentalidad cuando ya se ha formado. Creamos el mundo conforme a nuestra mentalidad. Así que necesitamos inventar manera de cambiar continuamente de perspectivas y de considerar rápidamente nuestro modo de pensar a medida que van surgiendo nuevos conocimientos. Podemos reconfigurar nuestro mundo si somos capaces de reconfigurar nuestra mentalidad.


PODEMOS CONSIGNAR LA POBREZA A LOS MUSEOS

Creo que podemos crear un mundo sin pobreza porque quienes la provocan no son las personas pobres, sino que ha sido generada y sostenida por el sistema económico y social que hemos diseñado para nosotros mismos, por las instituciones y los conceptos que conforman ese sistema, y por las políticas que tratamos de aplicar.

La pobreza se crea porque construimos nuestro marco teórico sobre supuestos que infravaloran la capacidad humana y de los que se desprenden una interpretación demasiado estreña de conceptos como «empresa», «solvencia», «espíritu empresarial» o «empleo», y conforme a los que se desarrollan instituciones que se quedan a medio hacer (como es el caso de las instituciones financieras, de las que se excluye a las personas pobres). La pobreza viene causada por ese fallo en el plano conceptual más que por ninguna supuesta incapacidad de las personas.

Estoy firmemente convencido de que podemos crear un mundo sin pobreza si creemos colectivamente en él. En un mundo así, el único lugar en el que se podría ver la pobreza sería en los museos a la que ésta hubiese sido consignada para su preservación. Cuando los escolares fueran de excursión a los museos de la pobreza, se horrorizarían de ver la miseria y la indignidad que algunos seres humanos tuvieron que soportar. Reprocharían a sus antepasados el haber tolerado semejante situación inhumana y el que ésta se hubiese prolongado por tanto tiempo y para tanta gente.

Los seres humanos nacen perfectamente equipados no solo para poder cuidar de sí mismos, sino también para contribuir a aumentar el bienestar del mundo en su conjunto. Algunos tienen la ocasión de explorar su potencial hasta cierto punto, pero otros muchos no llegan en toda su vida a tener la oportunidad de abrir el regalo del don maravilloso con el que han sido dotados. Mueren sin haber podido examinarlo. Eso priva al mundo de su creatividad y de sus aportaciones.

Para mí, las personas pobres pueden compararse a los bonsais. Cuando alguien planta la mejor semilla del árbol más alto en una maceta, obtiene una réplica de ese majestuoso árbol, aunque apenas unos centímetros de altura. La semilla plantada estaba en perfectas condiciones, pero el terreno de base era demasiado inadecuado. Las personas pobres son personas bonsai. A sus semillas no les pasa nada malo. Simplemente, la sociedad nunca les ha dado la base sobre la que crecer. Lo único que se necesita para sacar a esas personas pobres de la pobreza es que creemos un entorno habilitador para ellas. En cuanto puedan dar rienda suelta a su energía y su creatividad, la pobreza desaparecerá con gran rapidez.

Unamos nuestras manos para brindar a todos los seres humanos una oportunidad justa para que liberen su energía y creatividad. 

Damas y caballeros, 

permítanme concluir expresando mi más hondo agradecimiento al Comité Noruego del Nobel por reconocer que las personas pobres- y, en especial, las mujeres pobres- tienen tanto el potencial como el derecho de vivir una vida digna, y que los microcréditos ayudan a materializar ese potencial.

Estoy convencido de que este honor con el que hoy nos distinguen inspirará muchas más iniciativas audaces en todo el mundo para lograr un avance histórico en el camino hacia el fin de la pobreza global.

Muchas gracias.

Muhammad Yunus. 

Premio Nobel de la Paz.

Oslo 10 de diciembre de 2006.

 

5 Comments on “Discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz de 2006. Muhammad Yunus.”

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