Patera con 25 saharauis en el Muelle de Arguineguín.


 

Vuelve a suceder, compañeros, como un péndulo en un viejo reloj de cuco, cuyo habitante sorprende a destiempo. Después de dos días en el mar, estos 25 inmigrantes que se identificaron como del Frente Polisario, llegaron sobre las 5 de las mañana al muelle de Arguineguín. Hay algo que no deja de sorprenderme. Es facil recordar (supongo que a ustedes les habrá pasado), cuando uno era niño o quizá no tan niño y a lomos de una pequeña zodiac ponía rumbo al horizonte desafiando al mar, sus misterios y sus sorpresas. Pronto le vencía el miedo y la incertidumbre, daba vuelta y, cuando había pensado que estaba realmente lejos de la tierra que pretendía abandonar, se daba cuenta que apenas le separaban de ella un escaso kilométro. Sin embargo, estos chicos y todos los que llegan a esta pretendida puerta de Europa, supieron afrontar los kilómetros, adentrándose en el océano de la misma forma que lo haría un minero en la profundidad de la tierra. Algo llevan en las venas que los conduce a tal temeridad. En las venas, o en la mente. Cuando la balanza que mantiene el miedo en uno de sus platillos y la supervivencia en el otro se decanta por el segundo, cae, igual que las pateras sobre las olas furiosas. Sólo eso puede explicar el viaje que emprenden hacia la libertad de la vida, o de la muerte. Entonces nada los detiene, como tampoco puede nada detener al ciervo que huye del bosque en llamas. Así, Canarias no deja de ser el inmenso oasis en que buscan cobijarse de una muerte que asumen segura en sus casas, donde abandonan a quienes aman.

La experiencia me enseña que, afortunadamente, los magrebíes llegan en mejores condiciones que sus correlatos subsaharianos. Menos días en el mar, menos enfrentamiento a las inclemencias del tiempo, menos jornadas de sol y de noches frías hacen esto posible. Podemos entonces, estar nosotros más relajados cuando los atendemos, sin olvidar, empero, que a estos como a aquellos también les invade la duda de un futuro incierto. Efectivamente estos tienen la suerte de llegar y los que no lo hacen solo entran a formar parte de las estadísticas que hipotetizan la muerte. Y no solo eso, cuando llegan (y para esto intentaré hacer un ejercicio de magnanimidad) son atendidos por Guardias Civiles y Policías Nacionales cargados de una humanidad y paciencia envidiables, y, claro está, de unas chicas y unos chicos vestidos de naranja y reflectantes que exhiben en su pecho una cruz roja de significado universal. Creo que si tú, que me lees ahora mismo, o yo, que te escribo, estuviéramos dentro de sus ropas frías y empapadas, agradeceríamos de igual manera los chándales, las galletas, el te caliente, la conversación y las sonrisas.

Estos 25 magrebíes llegaron en buen estado, salvo uno que adolecía de hipotermia. Pero no es necesario llegar a salvar a otro ser humano de una posible muerte para sentirse satisfecho. Nos sentimos bien siendo la caravana que alivia el sufrimiento, somos parte de esto, de la humanidad, al fin y al cabo, y es justamente y solo esto lo que nos entusiasma.

Como siempre, gracias compañeros de la ERIE, gracias compañeros Guardias Civiles y Policías Nacionales, de una forma o de otra hace un rato lo hemos vuelto a hacer.

Reciban mi abrazo y mi sonrisa.

Narwhal Tabarca. 

2 Comments on “Patera con 25 saharauis en el Muelle de Arguineguín.”

  1. Añadir algo más a lo leído sería puro afán de protagonismo por mi parte, solo tengo una pregunta, ¿cuantos siglos más necesita la humanidad para darse cuenta del dolor que le infringe al otro y que podemos hacer para que el horror acabe?
    Cuanto más te leo más inútil me siento
    Abrazos a toda esa caravana de refugios que a diario nos muestra la arqueología del amor.

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  2. ¿cuantos siglos más necesita la humanidad para darse cuenta del dolor que le infringe al otro y qué podemos hacer para que el horror acabe?

    hago mí tu pregunta Marga, y respondo… amar.

    Un abrazo, una sonrisa,

    Narwhal Tabarca…

    Me gusta

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