Una muerte de susto o viceversa.
Estimados amigos,
El otro día había sacado a la Ica a pasear por en frente de casa. Era la una de la mañana, aproximadamente. Por pasar el rato me metí en una obra que están haciendo aquí al lado y busqué al guardián, con quien he entablado una buena amistad. No le encontré, sin embargo, me sucedió algo extraño. (Ahora es cuando se supone que debo contar la aparición del ovni, o que pude descubrir quien es QUIERO SER PONENTE*, -que por cierto agradezco su sinceridad, su sentido común y, sobretodo su sentido del humor- o cuando deba contar que el local se ha ido al suelo aunque no sea cierto, pero cierta intriga haría merecer la pena terminar estas líneas, etc.). Como les cuento, yo estaba en la oscuridad porque las calles aledañas a mi piso aún no han sido urbanizadas del todo y la luz es escasa. Inmerso en las cabilaciones de siempre sobre esto y aquello y lo de más allá. De repente (es ahora cuando se debe acelerar el paso, los violínes rechinan histéricos, y aumenta considerablemente el uso de las tomas diagonales y movidas), oigo unos pasos, como de una carrera desesperada. Alguien huye hacia donde me encuentro. No veo quien es, no, ahora sí, una forma de lo que parece un hombre, con los brazos en alto. Ciertamente su carrera me deja en alerta, por la desesperación de la huída. Mira atrás continuamente y no repara en mi presencia. A escasos pasos me percato de que no se trata de un hombre, es más bien un chico de unos veinte años. Está despavorido, aterrado por algo que le sigue. Miró detrás de él. En lontananza no descubro más que la seriedad cómplice de la noche. Nada le sigue. Vuelvo a mirar al chico que ya me ha sobrepasado. Yo estoy aún dentro de la obra, a través de las vallas. Floren, el guardián no está en ninguna parte. Como no puedo compartir la intriga con nadie decido enfrentarme a ella. Decido salir de la obra, pero en ese momento escucho, alto y claro, un tropiezo y un cuerpo muerto impactando contra el suelo lleno de tierra y gravilla. Acelero el paso para socorrer al chico. Puede haberse dado un golpe en la cara, y tener la nariz rota. Los brazos los tiene entumecidos, seguramente, con heridas sin sangre aún. Hasta la sangre se toma su tiempo para salir tranquilamente, a borbotones. Corro, sé como atender a un herido de estas características, no en balde estuve cinco años de voluntario en ambulancias. Voy resuelto a todo. Y en el justo momento de pisar la calle, miro a la izquierda, lugar de donde provino el golpe. Se me hiela la sangre. La noche, y solo ella, me sonríe seriamente. Nada más. Donde debió haber un cuerpo herido no hay sino tierra. Ningún callejón, ninguna bocacalle, ningún lugar donde esconderse para llorar a solas, nada, y, desde luego, ningún rastro del chico caído.
Recorro todo el perímetro y nada se mueve. De repente siento pasos a mi espalda. Me volteo nervioso. Ica me mira llena de tierra hasta los ojos. Me la llevo a casa.
Dicen que son este tipo de historias la que luego inspiran los cuentos. A mí por lo menos me pasa. Estoy en ello.
Compañeros, un abrazo. Mañana voy a hacer submarinismo en el sur. Espero poder traerles alguna fotito.
Un abrazo.
Esta es Ica, lógicamente.
* visítese: http://www.quieroserponente.blogspot.com